La dureza del asfalto

Pasó el fin de semana, un fin de semana extraño, dos días que climatologicamente han ofrecido todo tipo de opciones, desde ratos de sol hasta nieblas y lluvias, desde fríos y heladas hasta agradable calorcito que invitaba a pasear; a nivel de entrenamientos estas 48h se han quedado reducidas a una tirada de 16 km a un ritmo algo inferior al esperado. Quería hacerlo a 4'05''/km y me fui casí a 4'10''/km. No salían las cuentas a una semana de la cita en San Sebastian. Primero costó encontrar el hueco para esta especie de test diseñado por mi. Segundo, y como suele pasar, cuando encontré el hueco no erá el mejor momento. Después de una noche con concierto de toses y mocos a duo entre Anna yAlba -pobrecillas, menudo invierno de catarros varios que llevan- me encontré a primera hora del domingo, en mallas y zapatillas, con muchas ganas de correr pero cansado, con falta de sueño y mucho asfalto por delante. Y es que el asfalto es duro...pero duro de cojones. Y no solo me refiero a la consistencia de esa sustancia de color negro que se utiliza mezclado con arena o gravilla para pavimentar caminos. Por que lo que realmente me resulta duro es enfrentarme a él, correr sobre la línea blanca, mirar al frente y (como hacía hace años Emilio Aragón) intentar llegar al final. 8 km para allá y otros 8 km de vuelta, mirando de reojo ese verdugo que es el cronometro pero guiandomé por mis sensaciones. Voy tocao, voy tocao...Notaba las patas de madera. Hasta los 3 últimos kilometros no se soltaron. Pero ya erá tarde. Joder, que duro se me va a hacer el domingo los 42 kms y pico de San Sebastián. Pero hay que probar de casi todo en esta vida... y además sé que lo daré todo. Por si no repito en esto del maratón.