domingo, 31 de octubre de 2010

Duele la duda

Salta.
Suelta,
en la cama vuelta y vuelta.
Sale el sol
y la duda no resuelta.
Al calor de la duda vuelves a cargar el arma...
...el arma que te desarma y te desnuda.
Y piensas y recolocas y sudas y, poco a poco, sin prisa
te va matando la duda.

Resuelve.
Salta.
Y vuelve a mezclarse el color de las cosas,
el sabor de las cosas,
el olor de las cosas,
las cosas de las cosas.
Y un respiro ve la luz
y tu detrás,
detrás de él, sales y empiezas a correr.
Suelta.
Deja que corra, que salte, que vuele
que respire, que sude, que bote.
Porque no es dolor lo que me detiene,
sino el estar parado lo que me duele.

Creo que ultimamente viajo demasiado con Extremoduro... :-)

sábado, 23 de octubre de 2010

Desayunando la vida

Lo voy a contar...

Corté un trozo de pan con la precisión de un joyero. Soy así. Igual de ancho por todas partes. Y como la anchura no tenía que ser mucha, no me resultó fácil. El pan que hacemos en casa es tan bueno de comer como rebelde a la hora de dejarse mutilar. Lo di un punto de tueste y lo acosté, todavía caliente, en un plato.
Queso de cabra. Mi tía Pili (la de Vivegredos) nos había regalado dos en la última visita al pueblo pero solo queda un trozo. Volví a ejercer de joyero. Esta vez dos trozos que sumados cubrían todo el pan. Tumbados uno junto a otro. Pegados pero solo lo justo. Como una pareja que, para dormir, necesitan sentir la presencia del otro pero que tienen los deberes ya hechos. Un toque de calor pasa del colchón a los ocupantes. Del pan al queso. Sin fundir nada.
Miel. Esta vez de castaño. Te la comes a cucharadas si te pones...no te pongas. Con una buena dosis bañas a los amantes cansados. Movimiento rápido y preciso. No es fácil calcular la cantidad justa para que no salga del pan y quede todo cubierto.
Observa. Es increible el comportamiento que tiene la miel. Resbala sobre el queso sin perder tiempo intentando atravesarlo. Cae por los lados. Cae por el fino espacio que separa los dos cuerpos. LLega al pan y se integra entre la porosa miga. La superficie es dura gracias al tostado pero aloja en sus huecos a la dulce visitante. Cuando intenta salir por la cara inferior y llegar al plato lo que encuentra es mi lengua, mi boca. Los dientes aprietan. El pan cruje, el queso se deshace, la miel vuelve a salir triunfante. Dulce. Escurridiza.

Be honey, my friend -lo siento Bruce ;-)

miércoles, 13 de octubre de 2010

Cimientos

¡¡ Ojo que viene el "sabio" !!

Ahora lo tengo claro. Hace años cuando mi padre se esforzaba por metérmelo entre el flequillo y el cogote no lo tenía tanto. "Algún día te darás cuenta que todo esto que hago tiene un sentido y te servirá en la vida" Y así ha sido...
También está el cuento de los 3 cerditos...pero prefiero recordar esos madrugones sin piedad tras una noche de fiesta, esas clases magistrales de la vida dadas desde dentro, esa "formación profesional" desde la experiencia propia, etc. Todo lo que fue la infancia -lejana ya en el tiempo pero retomada ahora por algún motivo que desconozco- MI infancia, aparece ahora como una cimentación cojonuda de la persona en la que me he (me estoy) convertido (convirtiendo). Me gusta como soy (si no lo digo yo...) y me gusta lo que veo si miro atrás. Desde luego que cambiaría cosas, borraría capítulos, pasaría de puntillas por lugares en los que me sumergí, aprovecharía mejor oportunidades que pasaron, no se...o quizás, ahora, si se. Creo que tengo unos buenos cimientos sobre los que crecer alto y seguro. En ello estoy.
Y, por enganchar con lo que hago ahora...cimentar bien, seguir en ello, mis próximos retos. Porque aunque estemos sobre un terreno seguro, con unas buenas bases, creo que debemos de revisar cada año los cimientos y a partir de ellos y de su refuerzo volver a coger fuerza para construir desde la base lo que seremos (esta vez deportivamente). Vuelvo a rodajes suaves con la rodilla dando guerra. Vuelvo a saborear el cloro si querer. Vuelvo a mirar la bici con cariño.

Alé. Ya me he quedado agusto. No diréis que no os avisé al principio...

martes, 12 de octubre de 2010

Yo tenía...

Yo tenía unas zapatillas viejas. Unas Reebok nosequé que me compré porque estaban de oferta cuando empezé a correr. Estamos hablando del siglo pasado. Las pagué en pesetas creo...
Yo tenía unas zapatillas amarillas que pasaron de no gustarme nada a parecerme preciosas, insustituibles, únicas. No cambiaron de color pero fueron acumulando kilómetros y kilómetros de ratos (más y menos buenos) juntos. Con ellas, después de domarlas, corrí mi primer maratón y mi primer triatlón distancia ironman. Casí !
Yo tenía unas zapatillas sin nudos. Al principio los hacía pero luego les puse un par de cierres rápidos que le quite a una de mis mochilas. No eran ligeros, ni discretos, ni cómodos pero eran de MI mochila de escalada. Dejé de escalar y comence a correr. Se salvaron del ERE y fueron reciclados en otra empresa del mismo sector. Con todo su pasado y con mucho futuro.
Yo tenía unas zapatillas a las que había retirado de la mala vida del entreno y la competición. Jubiladas de todo menos del paseo corto y distendido. Apartadas de todo hasta que la melancolía me llevaba a calzarmelas y sentirme de esa forma tan especial que solo ellas sabían hacerme sentir.
Yo tenía unas zapatillas que, en medio de uno de estos ataques de falta de ganas de todo, habían adquirido la dificil misión de llevarme a la piscina. Yo tenía unas zapatillas que dejaba, con los calcetines dentro y los cierres flojos, debajo de la taquilla del vestuario. Yo tenía unas zapatillas que algún hijodesumadre me robó mientras me duchaba. Yo tenía unas zapatillas... Yo tenía... Yo...

jueves, 7 de octubre de 2010

De viaje

Me he ido de viaje. Bien lejos. Llevo unos días dando vueltas por el Himalaya y por la Vida de la mano de Iñaki (no había vuelto a leer desde que me crucé con el japonés corredor que una amiga me regaló). Tengo una floja teoría que dice que los libros, como muchas otras cosas, aparecen en la vida en el momento que los necesitamos. Son señales, avisos, incluso ayudas que hay que saber destripar para sacar jugo. Y este libro me tiró los tejos hace unos días sin que pudiera resistirme a sus encantos...enamoradizo que es uno !
La muerte de Iñaki ya me removió (a mi y a todo el mundo del alpinismo) y esta volviendo a hacerlo. Las crónicas de sus expediciones, escritas desde el corazón y con una calidad ridícula comparada con su valía como himalayista, se encajan en un vida normal de un tío normal con una familia normal y unos amigos normales. Leyendo como narra sus fracasos (bastantes) y sus éxitos uno tiene la sensación de que cualquiera podría estar donde él. Después, cuando reposa la lectura y se mastica bien entre líneas te das cuenta que era alguien excepcional. Un tío grande al que te hubiera encantado conocer. Una de esas personas que cuando la cosa se complica, te gusta tener cerca. Desde las primeras páginas destruye sin piedad el mito del supermontañero heroe que venden en otros libros pero también arremete contra aquellos que banalizan el riesgo y el compromiso que tiene subirse a un ochomil.
Me gusta lo que cuenta, como lo cuenta y, sobre todo, el poso que me deja. Leo cada expedición del tirón y paro antes de la siguiente. Viajo a Nepal, a Pakistán, a la China. Sufro a la corrupta policía china, me calo hasta los huesos con los monzones y vibró con las sonrisas de los mocosos niños que me encuentro. Subo hasta el campo base que toca. Siento, comparto, vivo, aprendo y con o sin la cumbre se que lo importante es volver a casa. Porque con la vuelta a casa comienza el siguiente viaje...