viernes, 8 de junio de 2012

Extrememan Salou, os lo debìa

No escribo mucho. Ni aquì ni en otro sitio. Pero algo del primer dorsal gordo de este año tenìa que contaros. Estoy en ello, pero comienza asì... A mi no había otra forma de pillarme en Salou. Ni de fiesta, ni por la playa, ni siquiera con Port Aventura. Y para ser más concreto, lo que de verdad me atrajo de esta prueba distancia ironman fue el circuito de bici: a priori exigente... y sobre el terreno más. Y visto ahora en perspectiva podría haber sido todavía más -perdonad el calificativo- cabroncete si un sol de justicia nos hubiése acompañado. Después de los aproximadamente 2.800 kms de carrera a pie de 2011 decidí darle un respiro a mi quiste de menisco y buscar un triatlón LD. Con esto tendría que gastar los sábados y algunas tardes sobre la bici y mi rodilla izquierda me lo agradecería. Busque algo cerca de casa, sin aviones, con poca gente y circuito de bici duro. Si podía ser nadar en mar y en dos vueltas, mejor. ¿Carrera? Lo que hubiera si cumplía los requisitos de antes. Y ahí apareció Extrememan Salou, el 3 de junio con su mar, su bici por el macizo del Montsant y el Priorat y su carrera...por paseo marítimo. Todo esto me pasaba por la cabeza mientras embadurnado en vaselina me deslizaba dentro de un neopreno que habrá que ir pensando en renovar. Saltando de viejos reconocidos a nuevos conocidos caminamos hasta la playa para esperar los cañonazos de salida. Hora 6.30 AM, agua algo movida y cielo nublado. Una natación limpia de golpes y algo más corta de metros de lo esperado me vuelve a mostrar carencias en un medio que no es el mio. Y disfruté. Os aseguro que esta vez me senti durante algún momento que incluso deslizaba sin mucha resistencia. Es el mar, es aire libre, es con neopreno… Nada que ver con la piscina. “Alrededor de una hora”, oí decir a alguienen la carpa de la T1 (hice la prueba “a muñeca libre”) y ya supe que no había sido yo, sino los metros, los que tenían la culpa de esa marca. ¡¡Cachis!!
Una ordenada transición me deja subido en una bici que se queja de pocas horas juntos antes del gran día, bajo un cielo que escupía gotas de agua cada vez más gordas. Calor. Ahora solo había que buscar ese ritmo que nos llevase hasta el km150 para luego sacar de donde estuviera el resto que no había sido entrenado. Y así fue. La primera subida a La Mussara dosficando y pasando gente bajo una fina lluvia. Un plano largo y en soledad para bajar rápido pero prudente hasta donde comienzan los dientes de sierra del resto del recorrido. Una sierra mellada con tres colmillos que se clavaban en las piernas cada vez más a medida que pasaban los kilómetros/tiempo (a escoger). Desde el punto de vista de mis cuadriceps remarcar los 6 kms de subida a la Figuera, tendidos pero inmisericordes. Vueltas y revueltas dibujando el perfil de un puertecillo que no te enseñaba la siguiente curva hasta que no estabas en ella. La tachuelita de Gratallops: hay que subirla, no puedo explicarse. Veneno puro para las patas justo antes del km 120. Y el último puerto de 6 kms (2+4) que hacía más daño por lo que llevabas que por lo que te quedaba. Y de ahí con lagrimas en los ojos primero por el esfuerzo hecho y luego por el aire de cara sin dejar de dar pedales hasta volver a dejar la bici en su sitio unas 6h30′ después. Más tiempo que en Lanzarote. No digo más.
La T2 no fue lenta pero si más tranquila que la T1. No tener que quitarse el neopreno hace que tome otro cariz en cuanto a manejo de archiperres. Y ese cuidado especial de no dejarse nada ni llevarse nada de más para el último tramo. ¿Me cambio de ropa o no? ¿Y los calcetines? ¿Cojo algún gel?… Ya bajo el solete, por paseo marítimo y con alguna molestia en la espalda (que desaparecieron antes del primer km) salí a correr con una idea clara: correr toda la maratón solo andando, para poder hidratarme, bien en los avituallamientos. Y con el horrible número de 4 vueltas (algunos sabéis que prefiero 3 o 5) en la cabeza marqué un ritmo bueno pero sin forzar. Tenía claro donde estaba mi objetivo. Y por sensaciones pero sin tiempos puedo casi asegurar que clavé los tiempos de todas la vueltas. Sufriendo mucho en la parte larga del recorrido (La Pineda) para no aflojar pero recuperando en la corta. Superando gente. Disfrutando de esa sensación que da apretar un poco, ver que así no llegas y aflojar pero quedándote algo por encima de donde estabas. Kilómetro a kilómetro. Vuelta a vuelta. Cruce a cruce con amigos. Todo pasa al final en un suspiro, un largo suspiro que me dejó exhausto en meta trás 11h00’04”. Exhausto, contento, satisfecho, rodeado de gente, esta vez con la familia, amigos. Contento y satisfecho pero con ganas de más… Cuando llego a este punto nunca sé explicarlo. Las dos mejores opciones para entenderlo son: leerlo en mi cara o hacer un ironman. ¡Vosotros escogéis!

Gracias a Demonfit Vivegredos y a todos los que de una forma u otra me han dado algún empujocito para llegar a esa meta. Sabéis que esta vez no ha sido fácil.