viernes, 29 de septiembre de 2006

Ejercicio de imaginación

Cae el día, entre dos luces y después de todo el día yendo arriba y abajo me recojo, que ya toca. Debajo del brazo llevo una cazadora, porque en esta epoca nunca sabes si el día se girará y empezará a llover. Al hombro llevo un morral donde queda algo de la hogaza de pan y un trozo de cecina... yeeejeee, yeeeejeeee, joder, estas ovejas son incansables y el perro ya esta viejo para ordenar el rebaño. Casi arrastro los pies, cubiertos de polvo, como los pantalones hasta la rodilla. Todo esta muy seco, solo hay polvo en los caminos y con este aire... cuando vivía en mi pueblo, junto al Atlas, también había trabajado de pastor. No se hacer otra cosa. Allí las ovejas eran mías, aquí no. Aquí como cada día, allí no. Ventajas e inconvenientes.

Aprieto el botón rojo del pulsometro y empiezo a trotar. Las mallas cortas y la camiseta de una de las últimas carreras. No creo que se ponga a llover, sería mala suerte. Bajo por el camino que lleva a la granja, la rodeo y encaro la subida hacia los campos de cereal. Junto al camino un conejo inmóvil y desorientado, enfermo de mixomatosis espera que llegue su hora, seguramente no pasará de esta noche presa de cualquier alimaña. El camino esta sembrado de cagarrutas de ovejas, a lo lejos oigo algún cencerro del rebaño. Según voy avanzando distingo mejor las, aproximadamente, 150 ovejas y al pastor. ¿No tendra perro ? Es extraño un rebaño sin perro pastor... el camino me acerca a ellos. El pastor parece marroquí, su cara refleja cansancio pero salud, la piel curtida y unas greñas descuidadas. Levanto la mano y le saludo. Buenas tardes, me dice con ese acento tan característico.
Me alejo haciendo este ejercicio de imaginación y preguntandome si el también lo estará haciendo.

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