La gran duda. Hoy martes de carnaval. Algo que hace años que pasa desapercibido por casa se reactiva. La culpa es de Alba. Ayer nos divertimos madre y padre. Sentados en el sofá, en bonita estampa familiar, trajinabamos mentalmente frente a los ojos de corderito de la nena. ¿De que coño la disfrazamos? Ajena a lo que se le viene encima, sonríe. Descartamos cualquier cosa que suponga abalorios complicados, caretas o gorros frágiles. Si hacemos eso no dura el disfraz ni de casa al coche. Ni princesa, ni fantasma, ni duende... Y empieza el pase de modelos. La enorme caja de disfrazes que nos han prestado se va quedando vacía. Al más puro estilo Pretty Woman vamos descartando opciones. Finalmente hay algo que nos encaja... prometo fotos.
Para mi, la última vez que estuve de carnavales fue en mi despedida de soltero. Los amigos me metieron en un avión y nos fuimos a Tenerife. Joder, eso si son carnavales. Y de eso hace ya 2 años. Cagontó, como vuela esto... A mi me gustan, pero donde más lo disfruto es en el pueblo. Sitios donde conoces y, a veces, reconoces a la gente disfrazada. Fulanito que se disfraza de tal o menganito de cual. Que cabrón, como nos ha vacilado, con lo serio que parecía. Un año de estos, con la excusa de la nena me reconvierto en algo, igual en triatleta ;-)
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