Ayer tarde me pude permitir el lujo de correr con luz, no con sol pero si con luz. Un gustazo después de los 2 meses que llevo mezclando legañas y nocturnidad para sacarle partido a un nuevo horario de entrenamiento que me permita estar más con la familia. Disfrute mucho, muchísimo. Mirando al frente, rodeado por mar de campos verdes de cereal, olvidándome de escudriñar el suelo por donde piso, apretando más el ritmo y distraido en pensamientos distintos del que sueño tengo, ojo con el agujero, no te caigas o similar. Y entre pensamiento y pensamiento me vino a la cabeza aquellos tiempos en los que empecé a correr ocasionalmente. Hará ya algo más de 10 años, en plena vorágine universitaria, cuando desencantado de los deportes de equipo empecé a trotar. Eran otros tiempos. Era otro lugar. Incluso era otro personaje. El deporte era un medio de desintoxicarse, de quemar los cubatas de las noches de bicheo, o a veces una excusa para tomarse unas cañas después. Ni se me pasaba por la cabeza otra cosa. No había dorsales en mente, no había tiempos ni kilómetros apuntados, nada de nada. Luego vino la época de la escalada, el rocodromo, los fines de semana en Siurana... y hace 4 años otra vez la carrera, esta vez compartiendo colchón con la bici primero y la piscina después. Y es que uno lleva ya mucha tralla, pero mientras el cuerpo aguante... un gustazo de carrera con sabor a recuerdo.
1 comentario:
...y ya verás que gozada en 2 semanas cuando cambie la hora y podamos por la tarde darle algo a la bici...
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