Día de primavera. Tarde de dientes largos viendo como se iba apagando el sol y se iba aplazando el momento de salir a entrenar. Justo hoy que tocaban repeticiones de 2.000 m (si, otra vez vuelven los miercoles a ser días serios). Los últimos rayos de sol me acompañaron en el AVE desde Guadalajara a Madrid. Si hubiera podido pillar el pajarraco en Lérida a las 15 en lugar de a las 17...
Guardándose despacio, por detrás de la Cuerda Larga, se despidieron luz y calor y me dejaron en plena M40 llevándose con ellos parte de las ganas de cumplir con lo que tocaba. No era mucho. Solo 5 veces. Pero de noche y en el Juan Carlos I. ¡ Coño, aquí no tengo nada medido ! Venga, no es excusa. 5 x 8' a muerte y listo. Pensado y corrido. Y con recompensa.
Una enorme luna que parecía que iba a caerse. Un círculo casi perfecto, fascinante, mágica, cuidadora y vigilante de todo lo que tiene debajo. Incluida ese alma de cántaro que se inventa circuitos de alrededor de 500 segundos y los hace con el corazón en la boca. Solo echo en falta una cosa. ¿Y si la luna fuera un especie de espejo dónde se reflejara algo lejano que nos gustaría ver? Al fin y al cabo es la misma luna para todos...
Veis, todavía no me llega bien la sangre a la cabeza.
2 comentarios:
A saber dónde tienes la sangre...
Cuatro minutos por kilómetro, no está nada mal. ¡A ver cuando puedo decir yo lo mismo!
Y enhorabuena por no rendirte a las circunstancias.
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