La columna vertebral que une mi Barcelona-Madrid (y viceversa) ya no es la A2. Hace unos meses que cambié y ahora son los raíles del AVE los que vertebran mis idas y venidas laborales. A ambos lados de las vías salen caminos. Decenas, cientos de caminos que no se donde llevan. Caminos de tierra que, como hacen los nervios con la médula espinal, se alejan y se pierden en la lejanía dejando abierta la incognita del lugar a donde van a morir. Caminos que atraen y piden "zapatilla", caminos rectos dibujados casi con tiralíneas, caminos que se retuercen dibujando meandros secos y curvas inexplicables. Desde la ventana los sufro. Si, los sufro. Porque lo que realmente me gustaría no es desearlos sino tenerlos. Conocerlos todos. Todos. Empezarlos y medirlos con mi zancada. Disfrutarlos en lugar de verlos pasar a casi 300 km/h.
Pero como eso no puede ser, entonces juego. Juego a adivinar cuales acaban detrás de aquel alto pelado. Cuales solo sirven para unir dos pequeños pueblos venidos a menos. Cuales son infinitos y darían para una buena zurra. Cuales dan un pequeño giro y vuelven a la vía, a la columna vertebral. Igual que vuelvo yo a pasar por aquí cada semana. Hoy toca descanso. Descanso y deseo.
4 comentarios:
El gusto que da cuando vas por un camino por vez primera...
Los caminos pueden ser como las ramas de un árbol. Pueden esconder frutos en cada una. A cada uno de catarlos.
Un abrazo lechón!
...... por eso hay que intentar siempre cambiar de ruta de entreno.... hay que conocer y descubrir......
Un abrazo
Nico
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
Has caído en la tentación de los popups!!!!!!!!!!!
Publicar un comentario