Raíces

Anoche salí a trotar una hora. El cielo estaba cuajado de nubes que hacían de espejo y rebotaban una pequeña parte de la luz que irradia Madrid hacia el cielo. Tenía la cabeza en mil sitios distintos y un tropezón me trajo de vuelta a la realidad. Casi 5 años ya en Madrid que están a punto de terminar. El regreso a Barcelona, donde ya estuve 7 años, es inminente y aunque tengo claro que es lo que quiero (queremos), no deja de causar un cierto nerviosismo interno en momentos puntuales. Y volver a circuitos que he repetido cientos de veces para entrenar son algunos de esos momentos. ¿Será hoy la última vez que corro por entre estos campos? ¿Volveré a tener que saltar este charco otra vez? ¿Me echarán de menos los asustados conejos que se cruzan en mi camino? Uff, quién lo sabe. La vida te lleva y te trae, te sube y te baja, te empuja y te afloja... y aunque nos empeñemos en ser dueños de nuestra vida, no es tan fácil porque es caprichosa y, a veces, egoísta . No me importa. No echo raíces en ningún sitio porque tengo claro donde las tengo: en mi pueblo, en El Barco de Avila. Lo demás son estados transitorios y pasos intermedios hacia el destino final. No, no se me va la olla. Hoy no. Cuando estas jodido, cuando todo sale mal, cuando necesitas una referencia...¿a donde quieres escapar? Pues ese es el sitio que llevas dentro. El sitio-refugio que sirve de bálsamo de fierabrás para todo. Igual pasa con las personas.
Anoche, y también se repite la sensación después de unos cuantos meses, se me han vuelto a quedar las manos frías entrenando. A ver si es verdad que ya está aquí el invierno y no nos hemos enterado. Ojalá.