A medio camino entre la cama y la ducha me encontré esta mañana con la báscula. Salté por encima de ella ignorando su presencia y metiendo barriga me despeloté frente al espejo. Sabía que tenía la batalla perdida antes de empezar pero la curiosidad pudo más y volví sobre mis pasos. Mentalmente hice la porra del resultado final y vaciando de aire todo mi cuerpo me subí en la plataforma. Mientras bailaban los números digitales en la pantalla pasaron por delante de mi las barras repletas de pinchos, el chuletón de la sidrería, el plato de alubias rojas y un ejercito de zuritos en perfecta formación. Ni rastro de las carreritas matutinas junto al mar. Había llegado la hora de la verdad, la verdadera resaca de 5 días de batalla cuerpo a cuerpo con desordenadas comidas y copiosas cenas de más de 2 horas. Pocas horas de sueño. Alcohol. Era consciente que una vez más la victoria estaba en el lado oscuro. "Nada que no se pueda arreglar", pensé. Abrí los ojos poco a poco y cuando acabé de enfocar encontré un número entre los dedos gordos de mis pies. Restando rápido de lo que pesaba antes de salir encontré una cifra redonda: un kilito.
Y hoy tocan series de mil (x8) con 1.000 g de regalo. Espero que al menos la sidra sea una buena gasolina...porque hoy el día va de miles.
1 comentario:
Lo bueno es que a mis años ya no veo los números de la báscula (tendré que comprar una digital un día de éstos). Feliz San Miles.
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