En no me acuerdo que número de una de las calles paralelas a la vía Julia, en Nou Barris, vive un amigo de hace muchos años. Cuando yo aparecí por Barcelona -a lo Paco Martínez Soria- con una mochila al hombro, allá por mayo del 96, coincidimos de novatillos en la misma empresa. Crecimos juntos a base de contratos prorrogables durante 3 años. Los dos pasamos de estar en la puta calle a estar fijos de la noche a la mañana. Durante unos cuantos años compartimos, además de 8 horas en el tajo, la afición por las bici de montaña. El me aconsejó en la compra de mi primera btt y me enseñó los rincones de la sierra de Collserola y de otros muchos sitios. El trabajar en turno de tarde nos dejaba muchas mañanas para dar pedales. Además de algunos fines de semana con el grupillo de Angel, Agustí, Mariano... Mi hermano de Barcelona, como le digo yo en broma, ayer se marcó una paellita que quitaba las penas. A golpe de Fórmula 1 primero y Wimblendon después fueron cayendo cervecitas, la paella y hasta unos chupitines que me dejaron como anestesiado de todas las penas. Ni Alonso ni Nadal hicieron sombra a los mejillones, langostinos y demás fauna. Ratos de esos buenos, de revivir tiempos, de recontar chistes malos, de aburrir a las parejas y que terminó, como no podía ser de otra forma, con algo de mecánica de terraza y unas pedaladas con los retoños a bordo por el carril bici.
(foto de archivo, 2003)
No hay comentarios:
Publicar un comentario