¿Uno más?

Todos somos únicos, todos somos uno más. A veces nos creemos un ejemplar sin par, alguien que es tan especial que no puede haber otro igual por ahí suelto. Un tío que, junto con lo que le rodea, nunca podrá ser repetido y por eso nos sentimos orgullosos. Yo soy yo, soy (más o menos) como quiero ser y estoy evolucionando hacia algo en lo que creo. Por el camino intento ser feliz.
Otras veces, miras a tu alrededor y te ves el más vulgar de toda la humanidad, fotocopia del que tienes al lado, detrás, delante... un Mr. Smith más. Y, al menda le pasa, te hundes con dolor en la marea humana que borregea por todas partes. Buff, se hace duro sentirte así ¿no?
Yo, para evitar esos momentos, hace muuuuchos años que no me separo de 2 cosas que automáticamente me devuelven a mi mismo. En la muñeca derecha mis viejas pulseras con cordinos de escalada. Retales de otros desde los que algún día me descolgué de una pared que no me dejo subirme por ella. La verde y la amarilla. Viejas confidentes de mil y una aventura. Desgastadas y descoloridas, sudadas y lavadas, pero...tienen dentro de sus fibras todo lo que llevamos pasado juntos. Otro detalle, más joven, es mi Polar. Este solo tiene 8 añitos pero me devuelve a cada carrera o triatlón en la que he estado con solo mirarle de reojo. Me oxigena y, en casos extremos, aprieto botones e intento adivinar a que corresponden los últimos tiempos guardados.
Ninguna de las dos cosas pega con ninguno de mis trajes, ni con mis corbatas. Incluso noto como la gente a veces se queda clavada mirando mis pulseras cuando chocamos manos o mi peaso Polar azul eléctrico cuando se asoma por debajo del puño de la chaqueta. Pero no me importa. Son mi identidad. Son yo.