jueves, 12 de abril de 2007

Por algo será ¿no?

Ya somos íntimos. Hoy hemos vuelto a coincidir en el armario del pasillo. Aunque realmente donde intimamos más es en las salidas en bici. Yo ordenaba la ropa de bici pensando en el fin de semana y el se asomó desde el bolsillo trasero del mallot de invierno. El derecho, para ser más exacto. Desde que salió de la nevera se ha afincado ahí y se encuentra agusto. Hemos compartido juntos casí todos los kilómetros en bici que me he metido entre talón y cadera este año. La situación se suele repetir con frecuencia casi protocolaria, como un gesto mecánico. En medio de ninguna parte, rodando acoplado, suelto el acople de la mano derecha y la llevo atrás. Meto la mano en el bolsillo, le paso por el lomo mis dedos índice y corazón y, una vez comprobado que esta ahí vuelvo a mi postura. Sale conmigo. Vuelve conmigo. No encuentro el momento de necesitar ese cañonazo de energía, ese pogüer que me tiene reservado en sus calorías achocolatadas. Solo temo que llegue el calor. O que un día se cuele en la lavadora. Ese día tendremos un problema. ¿Sabéis como se queda esta especie con treintantos ºC de solazo por un lado y el calor de la chepa por el otro? ¿Os imagináis unos cuantos centrifugados después donde dará con sus huesecitos mi fiel compañero?
La verdad es que no se porque lo llevo pero algo me dice que no debo sacarlo. Tampoco se a que se debe este flirteo y este intercambio de caricias pero...ahí esta. Algún día morderé una esquina, estiraré el papel con los dientes y le daré un par de mordiscos. Seguro. Aunque yo no soy de estos inventos. Ya os he contado más veces que yo me alimento de medianoches con membrillo. Pero me trajo Eusebio una cajita de pogüerbar de estos del ironman de UK y no soy capaz de darles salida. Eso si, una barrita de estas y medio litro de Gatorade sueltan los intestinos que da gusto. Y uno que solo va ligero cuando se pone un dorsal pués... truquillos.

1 comentario:

Valle dijo...

He jurado no volver a probarlos después de Lanzarote. Yo, tan vigilante con las calorías, en la bici, las engullo estén como estén, del sabor que sea, y rezando que no me dé el bajón. Cuando me sobra media powerbar , no las tiro, vuelven al armario "cochinadas y drogas", mutiladas y sucias para la siguiente salida. También ellas sufren, digo yo, esperando allí.