Ayer salí a correr. Un claro entre dos tormentas bien aprovechado. Mucha humedad en el ambiente y olor a tierra mojada. Como siempre cuando llueve me toca abandonar mis caminos de tierra y pisar asfalto. Cambio el canto de pájaros y los conejos saltarines por el rugir de los coches y las señales de tráfico. Los postes kilométricos, provocadores, me llevan a mirar de reojo el reloj para ver a cuanto van saliendo los 1000 metros. La línea blanca, recién pintada en este caso, ejerce un poder hipnótico que desaparece cada vez que se vuelve discontinua por la entrada a alguna urbanización o el camino que lleva a alguna granja. La sensación de entrenar la carrera por donde suelo ir en bici es rara. El decorado es el mismo, la distancia no varía, rectas son rectas, curvas son curvas, subidas son hacia arriba y bajadas hacia abajo...pero todo pasa a menos velocidad, lógicamente. Cosas que cuando vas en bici se escapan, ahora se dibujan con todo lujo de detalles Los laterales de la carretera constituyen un curioso ecosistema donde habita toda clase de especies. Los defectos del asfalto se muestran con claridad y entiendes ese salto que te impidió beber con tranquilidad del bidón de la bici el otro día. Puedes incluso hacer una estadística de lo que fuma o de las chocolatinas que come la gente en el coche ( ¡¡ guarros !!), incluso encontrarte algún pobre animal que se equivocó al cruzar al otro lado, pero ayer me asaltó una duda...¿Por qué siempre que hay una revista tirada en una cuneta es porno ;-) ?
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