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Llueve fino. Alfileres racheados que se clavan en la cara con el mar a derechas y empujan por la espalda con el mar a izquierdas. Ni pizca de frío. Fuerzo un paseo como primera toma de contacto para auyentar las ganas. No iba a salir. De verdad que no. Pero las tardes en el exilio laboral son largas y esta noche nada me obliga a estar viendo fútbol hasta medianoche. No lo pienses que es peor.... Abro el compartimento secreto de la maleta y saco los trastos de matar. De corto (y bien corto) abajo y manga larga arriba. ¿Chubasquero? Si. Tres. En casa todos. Viserita guays de 1 €. En 10' soy el puto amo del paseo marítimo. Las luces no impiden pisar los charcos que yo tampoco me esfuerzo en esquivar. Encantado. No, el gusto es mío. Y los patinazos también. Una hora larga entre ir y volver, volver a ir y volver a volver. Paro. ¿Sudo? Sonrío.
Y con el agua metida dentro de la carcasa lo único que me falta es pisar la arena humeda de la playa mientras otro loco, este con una tabla de surf, intenta domar olas. Hay gente pa'tó !